jueves, 10 de mayo de 2007

Fernando VII


Reinó entre 1808 y 1833, año de su muerte. En el medio llegó a renunciar, casi obligado por Napoleón, pero volvió como rey a una nación que lo aclamó y llamó el Deseado. Los últimos años de su reinado se caracterizaron por la problemática de quién lo sucedería, quedando su primogénita Isabel como heredera del trono.

Complicado reinado
Fernando VII nació en San Lorenzo de El Escorial el 14 de octubre de 1784. Fue el tercer hijo de Carlos IV y de María Luisa de Parma. Su padre ascendió al trono en 1788, por lo que él fue reconocido como príncipe de Asturias.

En 1802 se casó con María Antonia de Nápoles, quien cuatro años después falleció. Fernando en total se casó cuatro veces, pero sólo su última mujer le dio descendientes, dos niñas.

Como príncipe conspiró contra Godoy, favorito de su padre, y contra el mismo Carlos IV. A consecuencia del Motín de Aranjuez (1808), Godoy fue destituido y Carlos IV tuvo que abdicar en su hijo. Fernando VII comenzó a reinar España el 19 de marzo de 1808.

Ese mismo año Napoleón Bonaparte convocó al rey en Bayona, donde se encontraba exiliado Carlos IV. El primero renunció a la Corona española a favor de su padre quien abdicó en Napoleón. Éste, por su parte, nombró rey de España a su hermano José I hasta 1813. Mientras, Fernando VII se encontraba prisionero en Valencay, y se desarrollaba la Guerra de la Independencia.

En 1810 el Consejo de Regencia reunió las Cortes en Cádiz y declaró único y legítimo rey de la nación española a Fernando VII de Borbón. Las tropas francesas fueron derrotadas por los españoles, lo cual llevó a la firma del Tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) por el que la Corona española fue restituida a Fernando VII.

Éste regresó a España en 1814, muy bien recibido por toda la nación, que lo llamó El Deseado. Un grupo de diputados absolutistas le presentó el Manifiesto de los Persas, en el que aconsejaban la restauración del sistema absolutista y la derogación de la Constitución elaborada en las Cortes de Cádiz de 1812. Fue así como primera acción declaró nulas la Constitución y las disposiciones de las Cortes de Cádiz.

A partir de 1822, esta política reformista tuvo como respuesta una contrarrevolución surgida en la Corte, llamada Regencia de Urgell. Al año siguiente se consolidó el absolutismo como forma de gobierno, lo cual coincidió con la independencia de la mayoría de las colonias americanas.

Desde 1823 a 1833 imperó el absolutismo. Los últimos años del reinado se caracterizaron por la problemática por la cuestión sucesoria. Por un lado su hermano Carlos quería sucederlo. Éste, que se casó con María Cristina de Nápoles, derogó la ley Sálica, por la que se excluía a las mujeres de la sucesión.

Entonces el nacimiento de la princesa Isabel (hija de Fernando VII), en 1830, originó la lucha entre Carlos y la futura reina. A la muerte del rey, el 29 de septiembre de 1833, quedó como tutora y gobernadora María Cristina durante la minoría de edad de la princesa, que luego reinó como Isabel II.


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